Ofertas de todo tipo de productos y servicios se escuchan en medio del transitado sector fronterizo: “lleve su agua bien fría a 500 pesos; sí hay pasteles y empanadas, a mil pesos; compramos y vendemos teléfonos; compramos cabello”…
Por @keylerguillen
“¡San Antonio, San Antonio!” Se escucha de manera repetida al llegar al terminal de San Cristóbal, donde vehículos particulares ofrecen el traslado al municipio fronterizo a un costo que va de 7 mil a 10 mil pesos. Mientras tanto, de la parada situada para el transporte hacia la frontera, entran y salen buses con una diferencia mínima de tiempo de turno, pareciendo entonces que la crisis de repuestos y precio del pasaje no afectan a esta ruta, que cada día suma más líneas afiliadas.
“Por favor, el pasaje”, indica el colector, quien se dispone a cobrar “9 mil bolívares o 4 mil pesos; no se aceptan billetes de 50 Bs para abajo”, anticipa.
Cobrado ya el pasaje y la lista con los datos de los pasajeros completa, se dispone a salir el bus, vía a San Antonio; la alegría por salir “full” y obtener algunos pesos, la hace notar el chofer al colocar a alto volumen un vallenato.
En simultáneo, algunas señoras conversan entre ellas: “yo voy al Western del Ventura”, se le escucha a una, haciendo referencia a la oficina donde se traslada a cobrar su remesa.
El trayecto hacia la frontera le permite al venezolano pensar y planificar a qué oficina puede ir a cobrar su remesa; el tiempo de atención, la afluencia de personas, la cantidad de taquillas, son algunos aspectos que se toman en cuenta.
“Aquí nos quedamos”, comenta uno de los pasajeros al llegar a San Antonio, metros antes del cementerio, donde solían hacer la parada anteriormente los transportistas. “Le llevamos la maleta por poquitos pesos”, es la frase más frecuente lanzada hacia quienes se bajan de los autobuses. La trayectoria se debe emprender desde ese punto, caminando, para llegar a territorio colombiano.
Sin casas de cambio locales
Desde el año 2003, en Venezuela no hay casas de cambio, el Estado ejecutó una política de control cambiario mediante la cual solo algunas entidades fueron autorizadas para realizar dichas operaciones.
Hay varias oficinas que prestan este servicio, pero Efecty –para giros nacionales en Colombia- y Western Unión –giros internacionales- son las dos agencias, cuyos requisitos no incluyen el pasaporte sellado para las transacciones; con la cédula venezolana es suficiente.
Western cuenta con siete oficinas en todo el Departamento del Norte de Santander, por lo cual quienes cruzan la frontera por Boca de Grita para el Puerto o por Ureña, deben trasladarse hasta Cúcuta o Villa del Rosario para retirar sus remesas, que en su mayoría son giros internacionales.
Luego de caminar 1,5 kilómetros, desde la redoma Virgen de la Luz, por la avenida Venezuela –principal desembarque de quienes se trasladan-, y de haber pasado los respectivos controles migratorios, se consigue la primera oficina de Western, inaugurada haces pocos meses en el sector de La Parada, en Villa del Rosario. “Hay demasiada cola para esperar con ese sol”, expresa una joven que se asoma a pocos metros, a modo de medición.
Ofertas de todo tipo de productos y servicios se escuchan en medio del transitado sector fronterizo: “lleve su agua bien fría a 500 pesos”; “sí hay pasteles y empanadas, a mil pesos”; “compramos y vendemos teléfonos”; “compramos cabello”, se escucha a menudo. Un peculiar precio se repite entre el municipio Bolívar, de Venezuela, y el Norte de Santander: mil pesos, que es el monto más popular en el eje fronterizo, aunque cada vez se extiende hacia otros municipios venezolanos, incluida la capital del estado Táchira, San Cristóbal.
“Ventura directo, centro, terminal”, se escucha por parte de los colectores en medio del particular mercado improvisado a orillas de las calles, que es la ruta para trasladarse hacia Cúcuta y aprovechar de sortear otra oficina de giros internacionales, menos congestionada que la de La Parada.
Ciudadanos abordan estos buses, copando de manera rápida la capacidad de cada uno de ellos. “1.600 pesos”, le notifica el colector a cada pasajero, mientras cobra por cada uno de los asientos, y por el pasillo, “aquí el pasaje no sube”, comenta un …